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28/2/18

Texto de Leonardo Vinci





No era suficiente tristeza, ni tan antigua o violenta; más bien que la tristeza no suele ser violenta en apariencia. La madrugada ascendía húmeda, como apretada en la sordera del deseo, dentro de un mundo desquiciado y ajeno. Y tampoco era el rechinar lejano de bicicletas rumbo a las fábricas. Era la mañana repitiéndose toda y sin remedio, acaso ebria de oscuridad y escalones partidos. Gritaba el hambre sus remolinos, congelaba sus pies en la vereda; cuatro pisadas grandes, dos pequeñas. Junto a un perro, una valija y solapas de cartón, un paredón entrado en años era la resaca de las luces alcohólicas de la noche urbana; lejos, muy lejos del crujiente bastión de lodo y puerto.

© Leonardo Vinci

3 comentarios:

  1. Hola Leonardo: logradísimo cuadro que nos llega por fuera y por dentro, por momentos me recuerda a las sensaciones que describe Roberto Arlt.Lo cotidiano,doloroso y tierno: "el hambre" con "sus remolinos", "cuatro pisadas grandes dos pequeñas", "un perro, una valija y solapas de cartón". Tu poesía nos grita un pantallazo de "tristeza", que muestra "un mundo desquiciado y ajeno". Me conmovió por verdadero,, por ese "repitiéndose todo y sin remedio". Logradísimo Irene Marks

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  2. sensible relato, me gusta nucho.

    clelia BERCOVICH

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  3. siempre es tan grato leerte, gracias poeta, me voy cargada de imágenes y sensaciones.

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