Texto de Leonardo Vinci
No sé si los ángeles tienen cabeza, nunca vi uno; y si así
fuera, si sus rizos infatigables y prolongados acaso cubren lo que aún duerme,
mientras majan casi al descuido en contrapunto y con ayuda del viento, un pecho
todavía de cartón. Había inclinado su cabeza, no siendo necesario haber
presenciado el movimiento para percibirlo, un camino atemporal y sesgado hacia
el hombro, que podría tardar lo que un pájaro allá lejos mintiendo quietud; una
pluma cayendo, como si su mentón tuviese la intención de ir a sostener en su
hombro una viola. Y tan callada por fuera, igual a un puente en los suburbios
durante la noche, el arco de su lengua recorrió sedoso la primera nota contra
su paladar, larga, esperanzada o tomada de algún cielo inexplorado, y que bien
podría recordarme el aria para la cuerda de sol, en un llamado sordo y de siete
fronteras, de viejas tradiciones de levitación, de papeles encendidos del color
de las cenizas, más lábiles que cualquier alma, haciendo temblequear su tenue
figura sobre el marco de la puerta, igual que la llama de una vela resistiendo
la oscuridad. Miraba las tres monedas. Tres monedas en su mano que no eran un
juego; un vestido largo y heredado trazaba sobre la pared de color abandonado
arabescos o zarpazos, frágiles todavía, a la hora de dormir. Nadie sabe de qué
se trata la esperanza en esa primera década. Nada es perfecto, excepto lo
maligno. Tres monedas, redondas, balanceándose entre los cinco dedos y sus
cuatro espacios, no alcanzan para hacer música. Qué pobre ha quedado mi mundo
al intentar definirla de esta manera, como si la palabra no procediera de la
sangre, así, habiéndoseme ocurrido esto que sólo en un punto profundo, lejano,
inspira la unión de dos cosas. Tal vez sobre un espejo podría haberse
deletreado su nombre, su flor, o alguna señal de su verdadera existencia.
Quería cantar con vos al mirarte, o al recordarte mientras escucho esta
relación que he inventado, pero no alcanzo la nota de tu pedido, se me quiebra
la voz de cigarrillo y amargura.
© Leonardo Vinci
3 comentarios:
HERMOSO! CUÁNTA TERNURA Y CUÁNTO DESASISIEGO. BELLÍSIMO
Qué maravilla, Leonardo!!!
Abrazo
existir en la imaginación, se me ocurre, bueno siempre poeta,Salud!
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