Poema de Roxana Palacios

Ocho días después

Fue en el monte mientras oraban que su imagen se les presentó distinta,

la ropa blanquísima y dos hombres junto a él,

dos entre los vivos.

Los amigos dormían o soñaban y a pesar de eso

vieron su gloria

que es lo mismo que decir que vislumbraron la verdad

y al hombre que amó de verdad.

Señor es tan bueno estar aquí

(la voz en la piedra resuena sin saber lo que dice)

Cuando era chica imaginaba que las puertas de mi casa estaban hechas de olivo

y que las hojas formaban palabras que yo podía leer,

pero al bajar las escaleras y salir al encuentro de la gente

yo también callaba. Siempre fue importante hablar de lo adecuado en mi familia

y aunque la lluvia murmurara todo tipo de evidencias y secretos,

yo también callaba.

En aquel entonces, mi cuarto era angosto y sin ventana

y el rosario de madera colgaba debajo del tragaluz.

Yo no estaba sola ni en el día ni en la noche.

Parece cuento que al final de la tarde, cuando el cielo se abría

en un fondo de cobre que avanzaba hacia los techos,

mientras estudiaba las tablas de multiplicar,

llegara la música.

Y que yo cantara. De rodillas, en la granza roja del jardín,

debajo de la hamaca,

sin enterrar a mi padre cantara,

con las manos juntas y los pies hundidos en la tierra.

© Roxana Palacios