11/11/17

Poema de Patricio Emilio Torne



UNA VISITA A LA CASA DE MI INFANCIA

Mis amigos me empujan mi amor también empuja.
Después de forzar la puerta que estaba atada con alambres,
entramos a ese lugar donde aún hay brasas de un fuego
que alguna vez dejé encendido. La cocina
es mucho más pequeña que el tamaño adquirido con el tiempo
y cada tanto regresa con los sueños.
Huele a aceite rancio a humedad, sin embargo
no me molesta, me es familiar, siento que es el olor natural
de las cosas que fui dejando. Al fondo en el lugar del fogón
hay una chapa caída que sosiega la entrada de luz
en la tronera derribada donde Ña Felisa cocinaba al rescoldo
las batatas los choclos tiernos antes que viniese
la cocina volcán para aliviar el ajetreo.
En la estantería de obra hay botellas tarros viejos polvo
de un lugar que se va cayendo. Estas son las paredes
en las que hubiese escrito los primeros insultos,
las malas palabras que contenía ante la severidad paterna,
y ahora, como en un palimpsesto, sobre su encalado
aparecen signos de una belleza que fue imposible retener.
La mesa estaba en el centro de la habitación y allí
cabíamos todos. No recuerdo que comiésemos incómodos,
debe ser porque mis hermanos más grandes
ya habían partido y tendrían su propia cocina.
La ventanita que da a lo de doña Corina sigue
con sus vidrios intactos y aunque hay telas de arañas,
polvo, pueden verse los rastros en el marco
de su pintura verde inglés.
Cuando había tormenta me gustaba mirar los relámpagos
a través de ella hasta que mamá nos corría del lugar
alarmada por un peligro que nunca pude advertir.
Ahora en la tarde diáfana se ven las construcciones
de un terreno parcelado y los únicos rayos existentes
son esta emoción que más que iluminar perturba.
Se viaja en el tiempo y hay turbulencias
que se vuelven peligrosas, el vacío en el que se cae da vértigos.
Los brazos que me sostienen son del terreno ganado
a lo amoroso, tienen el vigor y la ternura necesarios.
De haberse mantenido en pie ya estaríamos bajo la galería,
pero ahora en el lugar hay un bananero.
Estás bien? me preguntan.
Y no es que se esté bien o se esté mal,
pasa que no se puede asimilar a la velocidad de lo imposible
todas las preguntas a cerca de lo perdido, lo ganado.
Una frustración que viene desde allá lejos en el tiempo,
y quema
como cuando en las mañanas prendíamos el fuego.


© Patricio Emilio Torne

2 comentarios:

Anonymous Milagros Rodríguez ha dicho...

PATRICIO te acompañé en el viaje por esa casa, me metí en tu tiempo de nostalgia , en tus reflexiones , todo esta contado con mucha calma y a la vez también pude entrar a través tuyo en algún rincón de mis recuerdos Me gusto mucho tu poema!!! gracias por compartirlo

13 de noviembre de 2017, 20:41  
Anonymous Anónimo ha dicho...


Un tiempo de nostalgia que se asemeja al mío,

Maria Cristina Fervier

15 de noviembre de 2017, 1:06  

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