GRITO
Esperar el grito.
Dejar que suceda.
Permitir que rasgue
la tela del silencio.
Y entonces,
atraparlo en el aire,
no dejar que se escape.
Tomarlo entre las manos,
contarle las costillas,
palpar los espasmos
de su carne hambrienta,
aspirar su aliento
de ángel o de fiera,
conocer la textura
de su piel sin tiempo.
Acunar su sonido
de clarín o de bomba,
discernir su vocación
de pájaro o de cuchillo,
desentrañar el color
que tiñe su estridencia
y enancarlo en el viento.
Apropiarse del grito
y convertirlo en bandera.
© Daniel Tomás Quintana
Pintura: Gabriela Villareal
Enorme visión, del desesperante y eterno instante, en que se da, la liberación del grito. Maravilloso.
ResponderEliminarHola: como muy certeramente dijo María Sonia, la liberación del grito es el tema de este poema, que encierra toda una simbología, un acertado movimiento que crece y se convierte "en bandera", como sucede cuando la persona es auténtica. Lo sentí mucho Irene Marks
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