“Es que
necesitamos una de sus manos
para no
escribir
para no
respirar por tanta lluvia
tanto
silencio de fondo musical
tanto
dignísimo abrieron”
El apellido
de Homero7
(El Rubicón
no se cruza de a dados)
Nadie se
pregunta por qué escribo (escribo)
poniendo los pies en el papel para no caerme
nada
(escribo) justifica el poema
excepto morir en su poesía natal.
Entonces,
miro el cielo despejado
asomo la
mano abierta al sol
y pienso
convencido:
puede que no
llueva
puede que
los muertos
encuentren
su lugar en el paisaje
y en esa
butaca que falta
hasta la
muerte esté dispuesta a morir
el arnés
(escribo)
no se afloja
solo
y la
multitud supone siempre un desencuentro.
Algunos
creen
que eligen
el tipo de cáncer
que les toca
otros
agradecen hasta las várices,
el limón en
la alita de pollo,
los
cementerios privados
el resultado
a favor de su equipo de fútbol que otros maldicen
con provisorio ateísmo.
Pero todos
(escribo)
eligen el
árbol “de cerca”
nadie quiere
el bosque entero
en su plato de sopa.
Otros
optaron
por esa mano ajena
jugando en
el esfínter
por un
tenedor y una cuchara
para cada
desnutrido
optaron por
la calvicie,
optaron
entre comillas.
Escribo
–digamos
a falta de
un verbo más preciso-
que en este
país tener dientes es un derecho
y que ir con
la foto de un pobre
no basta
para ser feliz.
Como escena
final:
imagino a
niños del colegio
queriendo
convencer a la directora.
Mientras, la
dama del gorro frigio
me mira con
los ovarios en la mano
y enciende
la banderita argentina
con un
fósforo de industria nacional.
Y así como a
los cantantes
se les
termina la voz
a mí se me
acaban los dedos
y la mano
con que escribo
apoya el
codo en la mesa
y vuelca el
café
insiste
que no es
nada personal
hasta los
puntos negros de los dados
desaparecen
y el
fotógrafo
no necesita
explicación.
© Javier
Saleh
Qué buen poema, Javier!!!! Tremendo en toda la dimensión de la palabra. Abrazo!!!!
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