La muerte atonta y hacemos como que olvidamos.
Hasta que un día nos sorprenden las hojas
en las ramas. De los recuerdos lloramos,
o comenzamos a vestir
el cuerpo. Crecen niñas altas
arrojadas hacia mí. ¿Ninguna explicación hay
para el desalme del que debiera ser árbol? Extraña
ciudad de un país ésta.
Algunos parecieran no saber nunca nada. Desmemoriados.
Desalmados. Muertos blandos.
¿Cambiar de estrategia?
Nos preguntamos con las niñas, y decimos no.
(Me arropan matacas siempre desde un patio. Ellas
avisaron: ahí son de hierro).
Niñas altas y bellas. Las abrazo como ese árbol que sí
ama a la madera. Hasta que digan basta.
© Susana Szwarc
Felicitaciones, uno de esos textos que te dejan sin palabras, y esa sensación de >"claro, esto estaba ahí, pero no lo veía..."
ResponderEliminarClaudio Simiz
"NINGUNA EXPLICACIÓN HAY PARA EL DESLAME QUE DEBIERA SER ÁRBOL" QUE BELLO Y QUE PROFUNDO!
ResponderEliminarRevelaciones, sublevaciones. Pequeñas y secretas. Gracias Susana.
ResponderEliminarRaquel Jaduszliwer
ResponderEliminarPareciera no ser, y sin embargo existe esa “madera”, la memoria acurrucada.
Gran poema.