Salgo a caminar al amanecer.
No he dormido nada (me temo que nunca volveré a dormir.)
Un perro me mira con fijeza. Sus ojos son opacos
y desconfiados pero bajo el claroscuro del cielo
creo percibir una ternura tan vieja como él, tan vieja como
las guerras.
Me acuclillo y lo abrazo; huelo su pelaje.
Es un olor a pasto y a perro, tan simple como eso.
Desde la ventana de su habitación, D.
contempla la escena pero yo aún no lo sé.
Después me dirá:
"Ya te amaba. De otro modo, en ese mismo instante
hubiera comenzado a hacerlo."
Pero, ah, no sabe que estoy abrazándome a mí misma,
a mi propia retórica
intemperie.
Repito una y otra vez mi grado y mi número,
como un prisionero.
El mapa de mi corazón lo indica todo:
la hoja más frágil —a punto de caer—,
el pájaro de canto más hosco, la rama quebrada,
la despedida abrupta en pleno amor.
© Paulina Vinderman
Bello Paulina, bello
ResponderEliminarbellísimo, como nos tiene acostumbrados la querida Paulina...
ResponderEliminarEse "olor a pasto y perro" me conmovió, qué digo, todo el poema conmueve.
ResponderEliminarAbrazos
Betty
Qué hermso poema, y qué triste. Un abrazo, Marta
ResponderEliminarCOMO SIEMPRE..DESLUMBRANTE
ResponderEliminarABRAZO
MARIA DEL MAR
En esta caminata, es necesario salir, irse, es casi insoportable pensar que podría ser de otro modo, cuando al mismo tiempo, oh desolación! se sabe que ello no es posible.
ResponderEliminarBello, Paulina Vinderman, siempre bello.
Clelia Bercovich
es ese instante ....genial descripción , cala,gracias, poeta!
ResponderEliminarTan sentido Paulina!!
ResponderEliminarAdmirada Paulina Poeta, maravilloso este poema, toda una vida parece atravezarlo. un abrazo. marta comelli
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