Después de las diez
Pálidos hilos caen
sobre New York
la ciudad es un cántaro
que recoge la ofrenda de la noche
el frío una voz
huérfana
creciendo dentro de mí.
El grito de la sangre
hace un nido multicolor
desemboca en el punto de una aguja
en la saeta que arranca de la barba del viejo Whitman
sus mariposas de
escarcha.
Saludo sin voz
la presencia invisible que convoco
que la clepsidra se dilata y se vierte
mientras yo, sigo aferrada a los días
que vírgenes se hacen pequeños
suaves como seda de oriente sobre mi cuerpo.
El día se viste de su edad al caer la tarde
las sonoras campanas me anuncian
que son más de las diez
tiempo del laberinto
de las cosas dichas y olvidadas.
La noche tiene claro sus dominios
y se destocan en el
horizonte
las últimas horas de este viaje.
© Osiris Mosquea
Hermosa oda a N.Y.
ResponderEliminarIMPECABLE TU POEMA ME GUSTÓ MUCHO
ResponderEliminarImágenes logradas en todo el camino del poema.
ResponderEliminarAbrazos
Betty
Muy buena descripción, detallada luciendo un poema.
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