29/5/17

Poema de María Laura Coppié


Ginger y Fred ya no bailan juntos 

Una tarde de este invierno tan crecido
el sol se fue dejando el cielo opaco
y blancuzco como un muslo de pollo
y él se despidió de mí.
Amusgó la voz y dijo
¿te hago feliz?
antes de pulverizarse.
Y sin embargo nada ocurrió.
El monitor siguió con su hipnótico ritmo,
afuera todavía crujían las hojas.
Un perro ladró una sola vez
y el viento de Ortúzar empecinado
sacudía el móvil, las ramas, el olor a alquitrán.
Puse la cara número cuatro,
sólo comenté que no doy tiempos
ni escurro camisetas embarradas
con lo que se queda en el alma.

Tendré que acostumbrarme a poner
cartesiana y ordenadamente
los recuerdos en orden antes de cerrar.
No predicaré frente al altar de sus manos
llenas de palabritas y cantos rodados.
Los superhéroes de ombligo ciego
no acudirán al llamado,
nadie pulirá los cuernos
ni calmará los pies espinados.
Su beso detenido en la esquina clara
no apañará secretos
porque nada habrá para ocultar.
Nunca dormimos,
ya nunca lo haremos.
No dormiremos jamás para soñar
con lo que se nos pose en la frente.

Nada etéreo nos separa
pero las palmas de luz asfixian
hasta verlo todo azul.
Estrepitosa lección
ésta de compartirse tanto
en quien no,
la de lamerse de agua piedra pómez
barriendo piel que no es nuestra.

Las uñas crecen aún en los muertos
pero llueve.
Lloverá hasta que él vuelva.



© María Laura Coppié

3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

preciosísimo, malala ¡ y esos dos! ¡ y ese final ! susana zazzetti

30 de mayo de 2017, 11:51  
Blogger Patricia Corrales ha dicho...

Me gusto mucho tu poema como siempre la música entrelaza los versos que nos regalas gracias
Patricia Corrales

2 de junio de 2017, 10:56  
Blogger Nerina Thomas ha dicho...

Siempre se distingue tu poema!!

3 de junio de 2017, 18:25  

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