Determinadas urgencias
Callao. A cinco cuadras.
Llegando. Estoy abajo,
ascensor y flecha roja,
inhalar, exhalar,
inhalar, exhalar,
eternos seis pisos.
Unas pocas palabras correctas
apenas algo de cordialidad
inmediatamente sofocada.
Ropa cae en gesto torpe,
demasiada ropa, mismo gesto,
ansias, un clic seco,
murmura la tela a los pies
y enreda los pasos.
Inhalar, exhalar, inhalar…
Ahora sólo contornos frente a la pantalla
y la sinfonía que crece y crece
ahogando discursos inentendibles.
Pastoso roce en el sillón paraíso.
Mirame.
Hambre de brocato gentil contra las rodillas.
¿Y qué?
Mirame, no sueltes mis ojos.
Lo opuesto a la languidez entre las manos.
Nombres que no dicen nada,
abierta la persiana
y una uña de luna que titila señalando.
Alguien espía.
¿Y qué?
La sinfonía crece y crece.
Inhalar.
No hay vuelta. Ni tiempo ni vínculo
ni timbre ni aullidos ni dos
ni Dios.
¿Y qué?
¿Qué más?
¿Qué más
que vos
hilvanándome marioneta
con la
lengua?
© María Laura Coppié
Qué buena estructura tiene este poema, Malala! Es un viaje en subte en palabras. Abrazo
ResponderEliminarabrió mi imaginación, mi asombro, un final hilvanado con aullidos. precioso. susana zazzetti.
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ResponderEliminarBello, absolutamente.
Abrazo grandote.
Alicia Márquez
Me encanta. Mañana. Diego
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