Ciudad de Nueva York – Segunda parte
De vuelta a tus entrañas
a tu vientre que me recibe,
estoica me abro paso entre la multitud.
Llego a ti y me tiras un bocado de esperanza
que me mantiene viva, me da un poco de calma.
Con la palabra avergonzada retorno a tu boca
que se abre y me repite una promesa.
Ciudad que me urge a contarlo todo
a observarlo todo: una noticia pregonada en
su momento bajo la banca de una estación cualquiera,
una mujer mayor vestida de blanco que predica
el apocalipsis con la histeria de aquel al que abandonan.
Ciudad sirena, canto sin cesar, me obliga a detenerme,
me amarro a los recuerdos; muero cada noche en tu noche,
pero no es mi tiempo y me devuelvo a la voz de tu latido
caótico,
ciudad banquete poblada de Tántalos, piedra sobre la que
a diario edifico mi infierno, a cuestas te llevo, te empujo
a
la cima, ciudad completa que se me precipita.
© Juana M. Ramos
Magnífico poema, "a diario edifico mi infierno". Perfecto final. Un abrazo, Juana. Isabel Llorca Bosco
ResponderEliminar- me amarro en los recuerdos -
ResponderEliminarEs eso.
cariños
Me gusta tu poesía, esa percepción de la ciudad que uno puede volver su propio infierno.
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