EN AEROPUERTOS
Un avión se perdió en la noche.
Una noticia como un koan zen: un vuelo fracasa en todas sus
coordenadas.
Viviste en subtes y en aeropuertos.
En espacios muy vacíos que te hablaran del tránsito.
Desplegaste tu miedo por encima de las nubes. Con el ruido
sordo del calmante.
Tenías lo perdido en tu haber. En tu ganancia.
Te hiciste unas alas bonitas. Para vivir en aeropuertos. Y
así no saber nunca donde estabas.
Cuando fui avión, aterrizaba con las luces bajas.
Llegaba, pero dañaba los sistemas.
De lo impropio como única posesión.
Estabas cableado a los ring tones.
Respirando el aire antiséptico de los aviones en caída.
Te dolieron los pies lejos de los pies. Casi en otra
persona.
Los aviones parten hacia diferentes países.
Esta noche. En la que aterrizo sin luces.
Descubriste que tenías un amigo lejos. En otra ciudad. En
otro país.
Lo saludabas a través de la ventanilla del auto, rumbo al
aeropuerto. Y tu amigo trataba de no llorar. Claro. Tenías un amigo en otro
idioma.
Adaptaste tus piernas a tu vocablo y algún día soñaste con
más.
Entonces desarrollaste aviones muy lindos para viajar en la
noche.
Para estar siempre solo con esta melancolía de volar.
© Javier Galarza
ResponderEliminarinteresante en su exploración temática.
Muy bien.
W.M.