Al entrar en el bosque todos los
sentidos eran solicitados: una frescura de sótano sobre la piel recalentada, el
viento en las frondas haciéndole la rima al mar, un aire mezclado de pino y
eucaliptos, los verdes y los marrones competían en discreto encanto y la aguja
levemente mordisqueada desalojaba la sal que se traía en los labios.
© Paulina
Juszko
Un bosque encantado: habría que dedicárselo a don Luis Buñuel.
ResponderEliminarRolando
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Me hizo recordar al Bosque encantado en Pehuencó. Pinos, eucaliptus y mar...
ResponderEliminarUn abrazo, Paulina!!
muy bello Paulina .Saludos!
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