Una antigua montaña inexcrutable.
El sol me enrojecía
la piel con estiletes de rayos
permanentes.
Me dolían las piernas por la fuerte subida.
No pensaba llegar hasta la cima.
Sublime libertad comenzó a recibirme en el trayecto.
Penoso era el sendero pero me urgían el viento y la esperanza.
Yo iba hipnotizado de soberbia y de vértigo.
Aquellas soledades me rodeaban sin tregua.
Se alzaban los picachos lastimados de grietas
y eran como una fiebre las nubes que pasaban por entre los barrancos.
Detrás de mi, se
quedaba la bulla
por delante el silencio, que iba dibujando
los signos invisibles de la verdad unívoca.
A mitad de camino sigo siendo uno y otro,
en mi mismo y naciendo como una mariposa
descamando el capullo y al tiempo floreciendo.
Las angustias decantan sobre el suelo rocoso
fluyendo la alegría que desde el alma brota.
Y la vida se embriaga de su nombre.
Una mujer sin tiempo, inexcrutable, mágica,
como aquella montaña, para mi inalcanzable.
© Antonio Cristóbal Pourrere
un poema narrativo-descriptivo, con imágenes bellísimas donde se mixtura el esfuerzo físico, la soledad, la naturaleza, lo inalcanzable. maestro en este arte. susana zazzetti.
ResponderEliminarHermosas descripciones del paisaje y las vivencias, un lujo de lectura la ofrecida.
ResponderEliminarAbrazos
Betty
Bello poema, con una mezcla de recuerdos e imágenes añoradas. Besos Alicia.
ResponderEliminarHermosa historia donde el paisaje refleja el interiuor del poeta, Antonio.
ResponderEliminarAplausos, bises y un gran abrazo
María Rosa León