ARDE
arde mi blanca
ciudad de amores
en llamas está la guarida de los amores agachados
un incendio ilimitado la loba y yo
consecuencia de mis actos
tomé un hierro candente creyendo que podía forjarlo
darle forma, sacarlo del infierno y hacer con él madera
noble
más sólo consigo poner en fuego todo
ciudad de amores blancos, guarida de los amores agachados, a
ella y a mí
el fuego corre a
maléfica velocidad
y cuando pretendo extinguirlo, más se aviva!
y más quema, minuto a minuto, hora por hora, día tras día
hay ya indicios que va a ser imparable y que todo lo
devorará
y aún a sabiendas, no se como lo puedo evitar
como tampoco quiero que el hierro se derrita en su propio
incendio
es por mi hija, por mi hija, de ella hablo… es el hierro
tampoco sé cuanto
todos podremos resistir
la loba se quema, me quemo, todo se quema
el horror camina por nuestros pasillos
y se va convirtiendo en insoportable
los estados de tensión hacen erupción, casi, a cada paso
estamos parados sobre insolentes volcanes predispuestos a
estallar
cuesta darnos las manos y las miradas se esquivan
los silencios se vuelven trágicos e inmensamente largos
el hierro nos atravesó el alma con su rajadura de llamas
es presagio de tristes despedidas
no sé cómo gritarlo, no sé cómo aplacar tantas quemazones
sucede y no para…
y -me doy cuenta-
como -cuenta me doy- que no quiero estar acá
en este cenit del apocalipsis
experimentando lo que vivimos y no poderlo evitar ni gritar
no, no quiero… pero todo arde y arde…
© Francisco José Malvárez
ResponderEliminarFrancisco, con tu intensidad de siempre, cómo no arder!
Lily Chavez
QUEMA EL POEMA. TANTO FUEGO, AMIGO.
ResponderEliminarTE ABRAZO
CLAUDIA TEJEDA