Adagio sostenuto.
Deseo inútilmente
escapar del terror de mis ojos,
salvarme de mi mente;
condenada al
contemplar,
ingenua,
noches con hambre de
Ángeles niños (mugrientos, retorciéndose,
muriendo un poco este día),
y el amor de besos de
cristal en Almagro.
(Miro los pájaros muertos sobre la vereda).
Me arrodillo a tomar
el agua de la calle,
recuerdos de la
sangre latiendo en mi cabeza.
Para entonces, era
Yo,
un demente,
un gladiador nato,
mutilado por siglos
de terribles lluvias.
Dios extraño, que
creaste la vida para destrozarla,
“mellaste mi alma con
tu espada
de Rey Guerrero”.
Mi corazón salvaje
ama estas ruinas.
© Darío Paiva
Acerco mi comentario, "hoy estamos todos envueltos en el mismo dolor
ResponderEliminarIgnacio
Mi corazón salvaje, ama estas ruinas.... Un final que sobrecoje este profundo poema.
ResponderEliminarUn corazón salvaje para un poema muy lúcido
ResponderEliminar"Deseo inútilmente escapar del terror de mis ojos" ojalá pudieramos algún día.
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