Poema de Nicolás Ghigonetto
El lince
El lince tiene oído absoluto.
Se mueve en la distancia como en la velocidad
de sus pasos.
No distingue entre la maleza la serpiente
o lo frondoso del bosque.
Puede oler
el calor del verano
o la sangre de su presa
en lo esponjoso del cuerpo.
Acecha a sus pares de la selva,
los somete y es juzgado
ante tribunales salvajes.
No distingue entre su vida y la muerte del prójimo.
No siente dolor.
Es signo vital de la selva.
Acecha de noche
-en sus ojos siempre es de noche-
agazapado ante el abismo desafía los miedos.
No es un rey pero merece respeto.
El lince es ciego pero no tonto.
Su inteligencia radica en el oído
que discrimina
el lenguaje de la presa
de los innecesarios y tristes
idiomas de dios en las puertas del cielo
a punto de caer.
© Nicolás Ghigonetto
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