Y como el niño no crece
y el color violeta detenido en su vientre
ha tomado una densidad de aceite
todos esperan que un ángel o demonio
lo arranque de la copa de los árboles
donde él está sonando su flauta
y sentados en torno del laurel o del roble
miran con ojos ciegos
ese infante tan extraño y musical
mientras pasan los días y los años
y los huesos se lavan de la trama de los nervios rosados
y se hace insoportable el hedor de los que mueren
y de los que vienen a remplazarlos
todos esperando que el niño envejezca
o sea arrancado de cuajo
de esa tierra que les pertenece
y donde él, como una planta maligna
ha instalado su infancia de eternidades
dura y rosada, entre los árboles de coral
y tan firme y espléndida
que seguramente no cesará en su inmóvil delicadeza
sin importarle que los viejos mueran
y las flores deshechas se amontonen en los caminos
sin importarle que yo le hable
con el costado cubierto de cenizas
intercediendo entre él y la vida
mientras se va apagando
el punto dorado que brilla en mi frente
desde siempre
y el sigue allí
sonando su flauta sobre la copa del laurel
o de roble
convencido, tal vez, de que cada día
parece más hermoso
y más inútil
y más terriblemente doloroso.
© Edna Pozzi
SUBLIME
ResponderEliminarBello entre tanto dolor, un abrazo ,
ResponderEliminarSilvia Loustau
DOLIDO Y BELLO EDNA UN PLACER LEERTE ¡BUEN AÑO!
ResponderEliminarHermoso y doliente.
ResponderEliminarGran poema, gracias por compartirlo! a
ResponderEliminarRomina R Silva
Genial poema. Doliente se recuesta y cautiva en el poema. Abrazo maestra!
ResponderEliminarBella poesía. Un abrazo. Antonio Pourrere
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