Dedicatoria o el secreto
Tal vez el dedicado
descifre adentro/afuera
el tiempo espacio
no vacío /su lugar.
El rabino-maestro, dice cuarenta años
apenas pasaron
se escuchan los gritos.
Respira, se le acomoda el sombrero
trato de entender: ¿Cuarenta años,
los del desierto? ¿Cuarenta, el comienzo
de la guerra? ¿Cuarenta, qué?
Una densidad crítica, oscilante, pegajosa.
-Los gritos, ¿de quién?-reclamo.
El rabino aclara como un mantra:
losgritosdecadatorturado
(No respiró, dijo las letras con una sola voz, los ojos
vidriosos.)
Sobre el vidrio del recuerdo él vuelve hacia esa amiga-vecina
su hermanito empujado hacia la calle hasta dónde…
no se ve más.
Vuelve al recuerdo: las manos de los padres, de la hermana
estirando
estirándose sus siete años. Trece, veinte, treinta, cuarenta
años
cuando escuchamos los gritos que no dejan de
escucharse por toda la escuela.
Como un resbalón pasó
el tiempo y suenan el timbre los gritos
de alegría irradian sobre el ojo vidrioso, el otro ojo se
derritió.
Una fuerza no separable del poder de ser afectado.
-Aprovechan: los chicos creen que no estoy y hacen la
alegría
de timbres, sonidos
traviesos.
Sacude el libro la cabeza, camina el patio y ríen: los ojos
nuevos.
Nos fuimos. Nos vamos a lugares distintos.
Camino, la cabeza baja como para no tropezar huesitos,
despacio.
Se me pone la piel de gallina. Si patino sobre un hielo filoso
me salva la velocidad.
Si abro los oídos no me salvo, o me salvo.
Se escuchan los gritos, nítidos, ira dolor palabra muda. No
hablar
no hablar no hablar. Empieza a sangrar la nariz,
roja la gota salpica la mirada, los pies.
Un tubo en la nariz.
-¿Quién
sangra?-, te digo.
La nariz es un tubo rasgando el olor viejo, agrio olor
de la meada
me hago al caminar
(llegaste como un hada, decís)
qué sed adentro/afuera
¿Quién no ve quién no escucha no palpa no huele no roza no
imagina no sabe?
El rabino no dijo Auschwitz. ¿La mayor de todas las
imperfecciones es el no existir?
Y es otro el chiste, el grito
resuena en curvatura, zigzagueante.
El grito es un cuerpo que levanto con la mano.
No pises los huesitos.
(Tu nariz)
© Susana Szwarc
Impresionante poema que abarca Auschwitz y la Esna, el horror del horror en una clase de primaria, en el grito de os que se llevaron, en las suciedades físicas y del alma, en lo que queda. Abrazo, Inés
ResponderEliminarmortal. un poema que desnuca. ana guillot
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