26/11/15

Poema de Jorge Moreno De Los Santos

        
        Es la herida
invisible que nos sangra.
Quiero decir;
la ceniza:
su burla imperdonable,
su conjunto de humus y vestigios,
sus lienzos salpicados de navajas y serpientes,
su amarilla lentitud
vistiéndonos de epifanías saqueadas.

         (La apatía del puma y su bostezo
en esa sábana que desprecian los viajeros.
Los demonios del oprobio y la renuncia.
La improcedencia de los buques
que nos naufragan en los ojos.)

        Y que estupidez,
remover y remover
con cucharadas de azúcar
el pasado
para que la dicha
nos sepa tan dulce como el primer día.
Cuánto aún por desvivir, amor mío,
cuánta miseria intransigente.
Y cómo olvidar los violines
si no han cesado
de plañir su lánguida letanía;
sus polvorientos búhos
enfermos de jengibre y de ginebra.
Qué fármaco ingerir
para combatir el desvelo
desde todas sus fronteras.
Si la noche persiste
en oleaje y misereres,
y nos nieva sus luciérnagas
para devorar el sosiego.

      Lo sé, amor mío:
la costumbre es la única
anestesia que nos deleita.
Saberse aun más compenetrados
en ese espacio que nos afirma
breves e inermes. Cadenciosos o circustanciales.

        Es la herida invisible que nos sangra:
la ceniza,
los días
o la insana costumbre
de esquivar lo incomprensible.


© Jorge Moreno De Los Santos

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