¿Son para mí esa tumba y esa lápida?
Una larga fila de muertitos me visitó anoche. En la frente
de cada uno tatuadas mis miserias. Eternos como la sombra
de Dios sus ojos respiraban nubes. Seres brillantes como
tigres
que han dejado de ser hombres lanzaban palabras
parecidas a un naufragio. Abrían todas mis puertas
alimentando a monstruos de huellas rapaces. El temblor
de lo carnal la verdadera duración de lo humano. Arañaban
la madera los pasitos. Una hilera gris que se volvía más
clara
cada vez. Como salpicada de luna. Se acercaban con las manos
en la espalda las frotaban contra la fatalidad. Me sentí
huérfana
por primera vez. Una vocecita tibia respiración de fuego
blanco
hacía arder la soledad. Ese vagido tristísimo de los
moribundos
vomitaba en mi pecho. Cirios extraviados en todos los puntos
cardinales la vida escupía su premura. Nada puede sustraerse
a lo inevitable. Mañana cuando ya no existo mis morados
dedos
habrán olvidado quién seré sin recordar quién fui. Muere mi
eternidad
y voy a velarla. En la inexorable voracidad de la
transparencia.
© María Marta Donnet
Doloroso momento de sueño y pesadilla, colmado, por sombras y sonidos, por ausencias.
ResponderEliminarFuerte poema.
Me encantó tu poema!
ResponderEliminarExcelente.Poderosas imagenes.Superposicion de mundos ,la vida y la muerte haciendose frente.Genia Maria Marta.
ResponderEliminar