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18/9/15

Poema de María Ángeles Pérez López


Los membrillos se pudren
en la sombra de otoño que habita las paredes,
pero guardan una luz abrasada
e ígnea
que macera la carne y la derrocha.
Despacio se adormecen en el fondo del aire
y reposan su esplendor gutural,
su pulpa y su simiente
en el plato de barro y de tintura
casi inimaginable por lo lejos.
En tanto, desanudan su olor,
su esencia, podredumbre
de la carne marchita, envejeciendo
en el primor de formas consumidas
que se agostan al tiempo que liberan sabor,
la abundancia atrapada en el verano
cuando el sol atraviesa las hojas de los árboles
y prende la línea equinoccial.
Por eso los membrillos se quedan reducidos
a su sola materia descompuesta
mientras sueltan sin orden, jerarquía,
la semilla perfecta en su esfericidad,
en su espacio minúsculo e inerme
al paso del invierno
o de la extenuación.


© María Ángeles Pérez López

4 comentarios:

  1. Perfectos entrecruzamientos de sensaciones,un saludo de

    Silvia Loustau

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  2. Cuando el tiempo inclemente se hace cargo del paso de los años y la vida, el deterioro es inclemente.
    Cuantas imágenes.

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