En muchas ocasiones el árbol es el bosque y el bosque es el
árbol.
Nada queda estable mientras los giros del planeta sean
inestables.
Somos criaturas del miedo. Somos niños asombrados que aún
miramos pasar al cometa y nos refugiamos en la caverna moderna con cerrojos de
mimbre.
La pradera es un piano que duerme su siesta en almohadones
de espacio.
La calle es el sendero que se bifurca en el bosque. Más allá
la cascada se recuesta sobre su espalda y la vemos enrejada.
El fuego era la luz. La luz era el que poseía el fuego.
Desde la lejanía se observan destrucciones irreparables.
Desde la cercanía podemos observar que el hombre devora su
presa sin comprender que se devora.
© Víctor Hugo Valledor
Víctor, un extraordinario poema...te deja pensando
ResponderEliminarCuánta realidad cotidiana Víctor. la misma que nos sobrepasa, nos preocupa,. Has escrito un poema que debemos releer todos.
ResponderEliminarGracias
Un abrazo
Un aplauso para la poesía que sabe volar sin perder el rumbo ni su terrenidad. Muy bueno.
ResponderEliminarClaudio Simiz
ResponderEliminarMe gusta ese plan de rey midas de convertir todo lo que se toca en poesía. Y mejor aún, lograrlo.
muy Bien
Walter
Vuelo real que se posa fantásticamente en tu poema Víctor.Abrazo en luz. Mary Acosta
ResponderEliminar