METRÓPOLIS (*)
La metrópolis brilla en el horizonte,
coordenada axial en su perfección de acero.
Llama, palpita, vive en el vértice occidental del sueño y
del deseo.
Respira en el vapor de los sumideros y del río.
La metrópolis es el rostro del poder,
ademán distante y reclamo a un tiempo: banderas flameantes,
almenas de cristal, almendra, alerta de un viento que nunca
nos responde.
Tentáculo de esperanza, la metrópolis es la máscara del
imperio,
cobijo de carúnculas bajo el lifting facial.
Cráteres del alma. Verrugas, excrecencias
que en la distancia hierven y supuran, bullen, como las
calles
al despertar del día. Pena de tangaraño(**),
de paños bendecidos por el cuerpo del santo,
de ir cautivos y regresar curados.
Un tumor asoma en la parte superior izquierda de la nariz;
otro en la mejilla derecha, que no se ofrece, desafía;
el tercero por el lado zurdo de una comisura portuaria en
blanco y negro;
el cuarto por el centro bajo labios de neón;
el quinto en la quijada que se endurece y especula hacia el
sur.
Ella saca el cuaderno del bolso, lo abre en una página en
blanco y escribe versos.
Subió en Steinway Street y bajará en Rockefeller Center.
Tiene cinco verrugas en el rostro y un poema perdido en la
madrugada.
Siria, Irak, Sahara occidental, Palestina, Afganistán, cinco
excrecencias
que no agotan la intervención en la historia.
Sumemos, si acaso, el cáncer de América Latina
y la gangrena de África.
Cinco carúnculas. Son cinco gritos y cincuenta estrellas.
El rostro
del poder: I have not looked for equals and lovers.
Cinco verrugas en el rostro. La despejada frente de cristal,
un poema que percute como el ritmo del metro en los
suburbios de la noche,
como la bestia que perfora la madrugada cuando cruza
Michoacán,
capital de los decapitados, camino de Chihuauha.
Viste cazadora verde de cazar palabras.
La espalda seca, cazadora blanca, golondrina entre versos
suspendidos de Steinway Street a Rockefeller Center, siete
estaciones,
cinco tumores: Gaza, Tinduf, Alepo, Mosul, Guantánamo.
Los niños duermen en la cuna mecidos por el estruendo
bajo la sombra de los drones. Los niños duermes sin saber
que la sombra del pájaro reventará en aliento de fuego, no
en sueños.
Los sueños hace tiempo que se ahogaron en la podredumbre del
limón,
en el fragor de las ampollas, en la sinalefa
de las explosiones, en la evolución de la hoguera.
Los niños mueren y sus brazos cuelgan de un lamento
como estambres de sal. Trofeos de cazadora blanca,
desgarro y carne recogidos en los selfys de los soldados que
navegan por un mar invisible.
Cinco granos en la máscara del verso,
cincuenta estrellas y un nonagrama: cuatro líneas blancas,
cinco encarnadas.
Ella escribía en su notebook delgado de cubiertas negras,
palabras en la máscara del imperio, cincuenta estrellas
en la órbita de la sinagoga, en la luz del candelabro.
América,
que Dios repare tus defectos
y corone tu bondad con la hermandad del océano.
América, en la estela de un Dios oscuro y sin palabras.
Metrópolis. El rostro del imperio. En Rockefeller Center o
en Chrysler Building, en donde Craig encontró una manzana
sin nombre
en el piso veintiuno de una línea del cielo. Mirada altiva
que acecha y que vigila,
prendida a un twitter, a un suspiro limitado en sílabas,
el futuro del mundo reducido a ciento cuarenta caracteres.
(*) Primero de los diez poemas que componen el conjunto
titulado: Poemas de Nueva York.
(**) Según la creencia popular es una enfermedad causada por
el diablo, que ataca a los niños provocando raquitismo y deformidad. Se cura en
San Benito de Cueva de Lobo, pasando al niño por un hueco entre rocas. Una
mujer se lo pasa a otra, situada del otro lado de la concavidad, al tiempo que
le dice: Ahí te va el tangaraño, va enfermo, devuélvemelo sano.
© Francisco X. Fernández Naval
Excelente poema, Francisco, con metáforas potentes, refleja ombligo del Imperio. Saludos, soy Sandra Pien
ResponderEliminarQuerido Francisco, un poema inmenso como el dolor provocado por la agresión
ResponderEliminarde las victorias satánicas del Imperio que finalmente terminarán devorándolo.
Un poema para no olvidar
Un abrazo
Ignacio
TODO ESO Y MUCHO MAS FRANCISCO"LA CONDICIÓN HUMANA"
ResponderEliminarLúcido texto, "los tumores del podet" y la necedad
ResponderEliminarforman parte de las miserias humanas.
Ambición desmedida con la consecuente autodestrucción.
Recurrencia y determinismo...!!!?
Elisa Dejistani
Lúcido texto, "los tumores del podet" y la necedad
ResponderEliminarforman parte de las miserias humanas.
Ambición desmedida con la consecuente autodestrucción.
Recurrencia y determinismo...!!!?
Elisa Dejistani
Impecable.
ResponderEliminarUn abrazo