SODOMA
Regresé la vista.
Me apropié de la lluvia, del fuego
y de las piedras henchidas de rabia.
Conjuré a la luz de mi espalda
y a la luz que traspasó mis lágrimas
que me dejaran fecundar la tierra
antes de arder en cristales yermos,
de saberme columna.
Ahora soy sal.
Este puñado de sal
que reduce mis huesos a ceniza
es mi norte, mi cruz, mi destino.
Sodoma detenta todos los fuegos.
Yo, sólo la sal.
© David Rosales
¡Bellísima intertextualidad con el relato bíblico, David!
ResponderEliminarAplausos, bises y un gran abrazo
María Rosa León