Patibularios
I
Mi corazón, en su afán de no ser piedra ni
reliquia, insiste en suavizarse con cualquier sumiso advenimiento: se arroja a
los pies de damas leves y les lame las suelas y las sombras y espera, jadeando,
a que le arrojen el hueso merecido. Inútil es advertirle de su error, acusarlo
de complaciente y de rastrero, no me hace caso; como mi hígado, esta otra
achura se rebela queriendo abandonar la gélida fortaleza que lo cubre. Por
ahora, lo tengo controlado. Las mujeres que frecuento hasta dudan de su existencia
debido a sus escasas manifestaciones, pero no puedo darle rienda suelta, sé de
lo que es capaz de hacer si me descuido. El corazón, ese fruto amargo que nos
come, no está preparado para la filosofía ni para otras estrategias. Como todo
animal es un tirano, como todo tirano es un temblor de dientes o un volcán que
nos ordena.
© Flavio
Crescenzi
Es un volcán que nos ordena , nos encamina , nos maneja lo inmanejable. Bravo Corazón. un saludo de María Luisa Márquez
ResponderEliminarEspléndido este "I" de Patibularios: ¿de qué otro modo quiere que lo califique, Flavio?...
ResponderEliminarRolando
*
Gran desarrollo del sentir. Ilustra su alma. La codifica. Ha recorrido mucho, para darse cuenta.
ResponderEliminarQue no es poco.
Y el poema lo celebra.
Saludos
Un auténtico Crescenzi, como siempre la lírica en una fiesta amarga y ampulosa. Me encantó!
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