Poema de Carmen Amato

Entre sonido y luz                            

1

En la copa más alta de la madrugada

donde todo está oscuro e intocado

los pájaros adquieren la emoción de sus voces.

Es como vivir en el fondo del pozo

del día y desde abajo ver su cúspide,

pero no con los ojos sino con el oído.

Era como una madeja de ramas tiernas

tejidas por picos sabios y ancestrales,

yo dormía pero fueron despertados mis oídos

por un murmullo que parecía de humanos,

enramada urdida con trinos apagados

y en muchos de ellos intermitentemente

oía la voz de los pájaros diciendo con claridad 

“buenos días, buenos días”.

Para ser capaz de escuchar con tal pureza

se requiere que el oído también sea puro.

Era la madrugada y la luz primera

que la encendía era sonido. “Buenos días”

decían los pájaros con una de sus cuatrocientas voces,

“Buenos días” en medio de la enramada

de trinos  la luz se hizo en mi oído.

Me di cuenta que no era un simple saludo

sino un augurio.

Luego los pájaros callaron

                               y reinó otra vez el silencio

                               … Y amanecía.

2

Cada mañana desde donde está posada mi cabeza

mis ojos ven la luz que revienta

entre un racimo de bugambilias.

Es como el ojo de Dios mirando

desde el centro de día hasta mi cama.

La ventana con guirnaldas de flores rosas

es el regalo diario de la vida,

un nuevo despertar abre mis ojos

al mundo que me recibe y dice

estás viva, da las gracias.

© Carmen Amato