Aidos
Olvidé que había servido un plato
de comida a la invitada
y que ella -la misma mujer ceñida
a la barra de hielo
que golpeó una puerta frente a la
cuna de mi hija recién nacida-
lo aceptó con el desgano que
justificaba su presencia
en ese sitio, sentada a mi mesa,
la noche de la hospitalidad.
Cualquier evidencia era pura
fantasía.
Por eso el hombre miraba cada
tanto de reojo,
por eso despertó varias veces esa noche, tuvimos sexo,
un mecanismo silencioso, fácil,
subordinado
-ahora lo sé-
al pánico de su existencia.
Pensé en imágenes. Inventé
recuerdos.
Odié la palabra y me refugié en
ella.
Escribí sobre la muerte de mi
padre toda la semana.
Después compartimos el desayuno,
un diálogo rápido desplegando su
ficción llena de diminutivos,
su risa metálica sonando en la intimidad de nuestra casa.
Dos caminos para una misma
voz: una mitología
más cerca de nuestros hijos que nosotros mismos.
© Roxana Palacios
Hola Roxana:un poema de variadas lecturas, un tanto onírico, y también cargado de recuerdos que van formando una trama por ratos angustiante pero que finalmente se resuelve en una frase existencial:"Dos caminos para una misma voz",cuando la presencia de la muerte y el nacimiento son dos caras de una misma moneda. Muy interesante y original Irene Marks
ResponderEliminarDavid Sorbille dijo...
ResponderEliminarQuerida Roxana: Un texto motivado por la sutil manera de expresar los sentimientos que se bifurcan, el deseo, la angustia y el mito que enciende tu prodigiosa inspiraciòn. Un abrazo
gracias por tu lectura, Irene!! Es verdad, la vida es bastante onírica a veces! Un abrazo, Roxana
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