Mis ojos,
oráculos de otra orilla,
no distinguen más
las tatuadas sombras de los juncos.
Buceo el lecho de arena y greda
hasta llegar al acero visceral
del unicornio en su trágico destino.
Paralizan mis brazos
cegados estertores,
sin coros de aleluyas.
No tendrá más orillas
el cauce de mi río.
Órficos albatros
de memoriosos mares
esculpirán, en ojivales cielos,
los raros alfabetos de mi rostro.
® Luis María Sobrón
No son espejos
los que recogen para sí
un mismo rictus,
no son espejos
los que atesoran para sí
un mismo rostro.
Cada uno
es evocación de un sueño,
que inscribe la libertad del otro.
Todo es un rostro,
imagen del mismo rostro.
Desangrado pensamiento
que al Ser pregunta:
¿soy conciencia de tu rostro?
© Luis María Sobrón
muy bello, profundo, bellísimo. susana zazzetti.
ResponderEliminarUn placer, leer estos textos, hondos y poéticos. Para releer. Gracias, poeta. Adriana Maggio
ResponderEliminar