El golpe de la puerta
golpeábamos la puerta.
vos de un lado y yo del otro
como afirmando lo irónico de la cercanía
y de la respiración por entre la cerradura
te agachabas –o te recluías– dejándote vencer por el
picaporte
y yo intentaba descifrar el color de tu pelo
cada vez que un ascensor cruzaba el edificio
e iluminaba todo el pasillo.
golpeábamos la puerta.
yo te había dicho que no te llevaras las llaves
que volvieras con aviso
que el amor puede ser también doce huellas dactilares
perdidas entre diez números, un asterisco y un numeral
pero para vos, los primeros besos siempre fueron
un contestador automático:
una respuesta de palabras atropelladas
jamás unos labios afirmándose en el precipicio.
por esa razón o por lástima, ya no sé
sacabas la lima de uñas antes de empezar a golpear la puerta
y raspabas las gotas de lluvia hasta que aparecían
las manchas blancas todavía tibias sobre la cama.
porque el miedo de la mujer solamente puede ser el golpe de
una puerta sin abrirla
que es golpeada por un hombre y una espalda
golpeábamos la puerta.
y los vecinos confundidos esperaban el encuentro
cuando en verdad vos querías entrar con el hilo de las
Moiras
y yo esconder el cuarto en las profundidades del ropero
pero las puertas retumbando son la misma puerta:
decías: todo será hecho habitaciones hacia dentro.
qué manía la tuya la de mirar por el ombligo del mundo
insertar la llave y abrir la puerta no es lo mismo que
espiar
pero vos tenías la llave y tenías el ojo. aduladora de lo
incierto.
las bolsas del supermercado todavía son la almohada que me
asfixia cada noche
tu jadeo es una bolsa de supermercado
y siempre es igual vos debés tener los dos ojos izquierdos
yo los dos derechos
hacé como hacés siempre
matame en la deíxis, golpeá la puerta
si total nadie va a encontrarme
las puertas son deícticos de espacio
cómo no me di cuenta de que eras ciega
y me estabas hablando de colores.
yo escucho que te ponés en cuclillas atrás de la puerta y
mirás
por la cerradura, justo cuando pasa el ascensor
para saber de qué color tengo las manos
pero el ciclo del agua en tu boca empieza en alguna
alcantarilla
la termodinámica de un beso puede terminar contagiándote de
anginas, decías vos
y bueno, no sé
mejor salgo o dejo de golpear a la puerta supongo que ya no
me vas a abrir
supongo que no lo hiciste.
ahora, muerdo la lengua de una linyera casi en el
arrepentimiento
te imagino esperando a Godot, aunque tal vez lo espere yo
y en la primera espalda que encuentro al descubierto
ensarto:
es tan fácil escribir elegías
después de que las tuyas anticiparan la venganza
es tan fácil ser el segundo en anticipar
© Ramiro Pelliza
Extenso, pero muchas cosas despertaron mi interés, empezando por esos dos primeros versos que me llevaron a leer el resto del poema, como una aventura , interesada en saber el final.
ResponderEliminarFelicitaciones Ramiro
Lily Chavez
Coincido con que los primeros versos son la invitación a seguir leyendo. Es un verso que semeja un laberinto.
ResponderEliminarMuy dinamico
Muy bueno Ramiro me gustó el juego al que sometiste un desencuentro ¡Bravo!
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