SOBREFUSIÓN
Huir del estruendo provocado
por un alcaucil, su corazón
que rueda desde el piso trece.
Huir como si se fuera caballos
hacia el lago
o yeguas sin sospecha
de las aguas líquidas, frías.
Precipitarse de amor,
¿y qué si las aguas se hacen hielo
y convierten al que fuga
en estatua, en tropilla?
¿y qué si se propaga y aun así
no alcanza las crines?
¿y qué si el olor
no se congela y nos envuelve
en la mesa tendida en Emaús?
© Susana Szwarc
Gracias, Susana, por este texto.
ResponderEliminarjm
Precipitarse de amor : esa es la clave
ResponderEliminarprecipitarse de amor!!! hermoso
ResponderEliminarsaludos
patricia corrales
Tal parece que ese sublime amor, el más grande, aparece reflejado en Lucas 24,13-35. Camino a Emaus.
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