Sin que nadie lo note, en la oscuridad
de la tibia noche de noviembre,
está sentado sobre un pequeño muro de piedra.
Casi las once y los jazmines
envuelven la esquina
de Aviador Pluschow y Aviador Rholand
en ciudad Jardín del Palomar.
Corre el año 1970.
Está solo y no, porque este poema
también existe, aunque aún no lo sabe.
Las estrellas y el aire nocturno danzan
con música de Mozart
que viene del jardín de una casa
cuyos habitantes cenan
sentados en el césped.
La brisa también trae, de a ratos,
oleadas de retama
que es como decir luz.
Permanece inmóvil a pesar
de que lo esperan.
Debió haber llegado ya
de la Facultad de Arquitectura
donde estudia.
Pero la maravilla lo sorprendió
y lo tiene detenido.
El, que desea volar
como lo máximo en el mundo,
permanece quieto en esa esquina de alas.
Quieto y suspenso hasta ser aire.
Entonces empezó a comprender.
Amó la tierra
y construyó casas.
© Graciela Perosio
Sorprendente y a la vez calmo poema, lleno de remembranzas y sutilezas. Felicitaciones.
ResponderEliminarClaudio Simiz
Muy buen poema Graciela, me sorprende cada vez que lo leo o lo escucho leido por vos.
ResponderEliminarUn abrazo
Rita
Un placer esta lectura.
ResponderEliminarAbrazos
Betty
Este poema también brilla e ilumina, aunque no lo sabe!!!!
ResponderEliminarVa mi aplauso y mis felicitaciones.
Besos.
muy bueno Graciela, vos sabés que yo tengo parientes en Ciudad Jardín, cariños!!!
ResponderEliminarAnaMariaManno