A Pedro
Mauvecin., mi abuelo.
Eran los altos Pirineos de
Francia
era la roca, la abeja, el vino,
era el viento
una filigrana de sueños en
los ojos,
acuarelas de estío, en el
ausente.
Era un círculo de tumbas que se abría
sobre la mesa, como una baraja.
Y un castillo ilusorio con su historia, salvaje,
me contabas.
Era el ajedrez, los botones de perlas,
las zapatillas bordadas y la guitarra.
Y ese andar por caminos polvorientos,
trayendo historias
de aquella lejanía, Catamarca.
El tiempo como siempre se complace
en borrar el contorno del recuerdo.
No volverá el extraño.
Ausente queda.
Ingrata siesta del ayer perdida
que me deja un hoy, en añoranza.
© Leonor Mauvecin
Esa nostalgia, esos recuerdos que afloran en la piel y el amor por los que ya no estan , muy bello
ResponderEliminarmaria elena tolosa
Ritmo y musicalidad en este poema pleno de imágenes conmovedoras, que pactan con la memoria del abuelo ausente, de tanta importancia en la vida de todos y cada uno. Muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo
Elisa Dejistani
ResponderEliminarBellísima evocación de la melancolía del abuelo.
Me encantó.
Un abrazo,
Alicia Márquez
Bellísimo poema, Leonor. Encontraste tus propias palabras para hablar de una nostalgia de casi todos. Un abrazo. Adriana Maggio
ResponderEliminarHermoso poema para un abuelo que, de seguro te impregnó de vivencias muy ricas y llenas de magia. Te imagino niña junto a él con tus ojos deslumbrados al escucharlo y ver esos objetos hermosos que nombras en tu poema.
ResponderEliminarUn abrazo,
Juany Rojas
Leonor, amo tu poesía, esa manera tuya tan lírica al mismo tiempo que cotidiana. Y el amorr a tu historia...
ResponderEliminarEsos sabios que nos acompañaron en el camino, nos habitan siempre. Su cariño, enseñanzas, ejemplos sanos y con su historia, que de alguna manera capitalizamos.
ResponderEliminarBravo por tu abuelo!1
Besos