Lo hondo
del aire
A fuerza de ser gris
el día es pálido.
Edificios,
como un rastro en el aire de la niebla
confunden,
parece que cayeran del cielo.
Algo se ha trastocado,
las nubes se agrietan
como muros.
Se junta todo:
las sombras del paisaje en mí
con el frío azul
que corre por la espalda.
Afuera, cada ventana es una invención
y enciende el día.
Veo luces como prendedores de strass.
Cada prendedor despide una fragancia.
Hay olor a carnecita en cada luz.
El instante se une a mí
a través del espejo del vidrio
y un humo mojado penetra el cuarto.
Deshago la distancia
y dibujo con los dedos la cara amanecida
de un niño, en el lugar del despertar.
El escenario atraviesa la voz de la pena
y en simultáneo
resguarda de un otoño
desamparante.
En ese minuto de azar, caigo
en el agua del aire
e incorporo la movilidad.
¿Por qué no hacernos de plumas
para golpear dulcemente otro rostro?
Día tras día soñamos ternura,
y sombra, y noche,
y volamos, y seguimos, y ángeles.
© Estela Barrenechea
Muy bueno.
ResponderEliminar