los muebles amontonados se
miran entre sí
cargan sobre sus espaldas de
madera
lo que antes soportaban las
otras
son individuos vivos en las
noches ingrávidas
y dialogan entre ellos acerca
de este nuevo tumulto
no saben si vienen o se van
no reconocen la comarca
pero respetan el silencio de
un rayo que se filtra
la pareja de la lámpara sigue
bailando
en su estructura pálida de
azúcar
aunque sólo la clásica música
prologue una sátira de
valsecito vienés
debajo de los liencillos los
sofás
tejen historias de sueños
salvajes
de cuero y capitoné
los acantilados de los
cuadros
despiden a las gaviotas
en desconsolado vuelo de
óleos azules
y abismos marinos
los caireles de las arañas
disfrazan en miles de
iridiscencias
la luz que se peregrina y
expande
los muebles sacrifican sus
espacios
superpuestos
en sensual hacinamiento
aglomeran su altivez
exhalan el polvo
y esperan
© Isabel Krisch
Isabel: Tu pones en duda en tu poema esa idea de que las cosas no tienen alma, al proveer de sensibilidad y sensualidad a los muebles me haces pensar que la sensualidad es una y puede tocar aun lo mas inanimado , inevitablemente. Tu poemas es muy imaginativo y sensible. Me gusta por eso.
ResponderEliminarUn abrazo
Carmen Amato
Le diste vida a lo material, te felicito, me agradó imaginar cada objeto.
ResponderEliminarVa un abrazo
Betty
David A. Sorbille dijo...
ResponderEliminarMagistral poema, Isabel. Un abrazo