Prosa de Ana Guillot
Penélope
Se
mueve el mundo. Incontinencias que se sorben y se esfuman. O rictus que
comienzan a expandirse, que aprenden nuevamente a danzar. Tejer y destejer. La
propia naturaleza, la alegría, el vértigo, la insolación, la finitud, el
límite. Ella ve. Que ha de ser necesario intentar un ardid para volver. A la
serenidad del paladar. Cuando la lengua toca, y es húmeda.
El
extranjero es bello. Dice su nombre y ella se pone lenta, se alivia como la
cuerda de un laúd. Como una nota que deseara la cuerda y el sonido. Como una
deidad.
El
extranjero le sonríe. Y ella se perfila mujer de promontorios, de naturaleza
abierta, aligerada.
El
extranjero cruza la habitación y los dedos en el telar tiemblan. Juncos bajo la
tormenta. El reinado del verde.
Ella
se lleva, se está dejando llevar por ese núcleo, por alguna similitud con el
ausente. Son muchos trece años, pero no lograron atenuarle las ganas.
Ella
quiere. Beberse al extranjero. Su blanquísimo azahar.
Cae
la tarde en el momento en que duda. En el que ella comienza a dudar. Cae la
sombra. Es mortal la condescendencia de sus ojos, esos dedos temblando en el
telar, la aguja.
Afuera
ladra la noche por venir, cuando algo la toca, la ha tocado, la tocará. Los
velos que se caen deshacen las hileras, y abren. Entonces, mariposa blanca o
sentencia, ella ve. Que no ha sido en vano la estrategia. Los ojos del amado
serán en esa noche una fuente, para nadar desnuda y postergarse.
5 comentarios:
Muy buena Ana la apreciación de tu Penelope y ciertamente esa dualidad que genera la espera que desespera
bellas palabras que genera la espera cuándo desespera, felicitaciones
maria elena tolosa
además del contenido, me encantó el estilo edificado con oraciones breves, concretas, categóricas. susana zazzetti.
Gran prosa, muy bella!
Besosssss
gracias a ustedes, como siempre, por entusiasmarme :)(ana)
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