Páginas

9/11/12

Prosa de Ana Guillot


Penélope 

Se mueve el mundo. Incontinencias que se sorben y se esfuman. O rictus que comienzan a expandirse, que aprenden nuevamente a danzar. Tejer y destejer. La propia naturaleza, la alegría, el vértigo, la insolación, la finitud, el límite. Ella ve. Que ha de ser necesario intentar un ardid para volver. A la serenidad del paladar. Cuando la lengua toca, y es húmeda.
El extranjero es bello. Dice su nombre y ella se pone lenta, se alivia como la cuerda de un laúd. Como una nota que deseara la cuerda y el sonido. Como una deidad.
El extranjero le sonríe. Y ella se perfila mujer de promontorios, de naturaleza abierta, aligerada.
El extranjero cruza la habitación y los dedos en el telar tiemblan. Juncos bajo la tormenta. El reinado del verde.
Ella se lleva, se está dejando llevar por ese núcleo, por alguna similitud con el ausente. Son muchos trece años, pero no lograron atenuarle las ganas.
Ella quiere. Beberse al extranjero. Su blanquísimo azahar.
Cae la tarde en el momento en que duda. En el que ella comienza a dudar. Cae la sombra. Es mortal la condescendencia de sus ojos, esos dedos temblando en el telar, la aguja.
Afuera ladra la noche por venir, cuando algo la toca, la ha tocado, la tocará. Los velos que se caen deshacen las hileras, y abren. Entonces, mariposa blanca o sentencia, ella ve. Que no ha sido en vano la estrategia. Los ojos del amado serán en esa noche una fuente, para nadar desnuda y postergarse.

 © Ana Guillot

5 comentarios:

  1. Muy buena Ana la apreciación de tu Penelope y ciertamente esa dualidad que genera la espera que desespera

    ResponderEliminar
  2. bellas palabras que genera la espera cuándo desespera, felicitaciones

    maria elena tolosa

    ResponderEliminar
  3. además del contenido, me encantó el estilo edificado con oraciones breves, concretas, categóricas. susana zazzetti.

    ResponderEliminar
  4. gracias a ustedes, como siempre, por entusiasmarme :)(ana)

    ResponderEliminar