Poema de Lidia Vinciguerra

La casa

         a Ester de Izaguirre

“La casa entera toda,

toda fuera de sí,

vaticinaba flores,

irrumpía en estrechas escaleras,

convocaba a las puertas.”.

Máximo Simpson
 

I 

Ha oído rumiar la casa
delante de las paredes.
En cuartos apartados
las esquirlas.
En horas vacías
ha oído la lentitud
en escaleras que se extienden
como cipreses
y la cadencia que precede
al sueño.
Las lámparas bastan
y son débiles
el cuerpo se acompasa
en penumbra
y parece más frágil.
Y aun más hundido al silencio
y hasta solapado
cuando la furia del desorden
se afloja
se encaja en sus sitios
se cubre de envases.

Y no es extraño.
No es ajena la casa
con el cuerpo ensanchado
en su derecho a rumiar.
A descuajar
sobre otro cuerpo.
Es justo rumiar.
Aprender un monólogo de rendijas
nunca antes
tratadas con altivez.
Minúsculas hendiduras
se defienden
de remaches
de tentativas hostiles
y de restauraciones irritantes.
Pero es necesario
estar atento.
Nadie sabe que crecen retoños
sobre huecos
apenas reconocibles.
Es justo rumiar. Es justo rasgar nudos
para que algo estremezca.

© Lidia Vinciguerra