Casandra
Cada luna en mí es una sombra que derrama ese río que soy, o su
afluente. Cada luna en mí es una sombra. Vertiente de algún mar que no ceja.
Luna, como madre, como volver a mí en cada círculo zodiacal, en cada rumbo.
Siempre acuática soy. Deambulo por las siestas de palacio, me hundo en mis
premoniciones, me excedo. O simplemente navego mis secuencias para dejarme ir
detrás de ellas.
El templo es el único lugar en donde puedo detener. Sosiegos o
desmadres.
Conozco el ritual y cumplo.
Respiro con soltura, o danzo. Sin embargo, en todos estos años el recuerdo no cede.
La comadreja estuvo ahí. En esa tarde de sol, en ese magma que
habría de sangrar también en cada luna.
Se pierde el jardín cuando se descubre que la fractura en el brillo
es también una parte de ese brillo. Sombra, como decir falta, o finitud, o
muerte.
La comadreja velaba para que su cría no se extraviara en el verde de
esa tarde feroz.
Mi madre no estaba allí para sostener el rojo que estallaba en mi
vientre. Como un rubí a punto de quebrarse.
© Ana Guillot
Extraordinario poema Ana ¡Un trabajo impecable!
ResponderEliminarRío, luna, templo, ese rojo del vientre...todo tu poema es canto a la vida, a la poesía que nace y renace ! Tu poema, bellísimo e incesante, danza con una música maravillosa, Ana...
ResponderEliminarbesos!
Montse Bertrán
Luna, templo, ritual...en un conjuro, ensamble...de un bellisimo poema cantando lo femenino, y la vida naciendo y renaciendo con un ritmo incesante y luminoso...
ResponderEliminarBesos!
Montse Bertrán
Excelente poema, felicitaciones. Un cariño Ana Romano.
ResponderEliminarExcelente poema. Felicitaciones. Un saludo cordial Ana Romano.
ResponderEliminarEs bellísimo tu texto, Ana. Tiene imágenes exquisitas. Me gustó muchísimo. Tiene misterio y delicadeza, como el personaje que le dio origen. Un abrazo. Adriana Maggio
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