JUEVES DE CENIZA
A Patricia
La muerta,
la muertita,
tenía una brújula de sal entre los labios.
El norte de
la tierra severa.
La promesa de
arcilla fría.
La muerta,
la muertita,
tan verde
como la
clorofila sin objeto
de un trébol
amputado,
tan sola
en la
trinchera de los dientes.
Le lavaron
los pies en silencio
(para que no
la rasparan las palabras).
Le midieron
el sudor y el asco
(le
olfatearon la ausencia).
La cubrieron
de flores,
de polvo,
de insectos
ambiciosos
(no más
sangre para ella, pobrecita,
no más
corazón bombeando peces rojos
no más
promesas rojas a la altura del pubis).
La muerta,
la muertita,
se durmió en
sus laureles.
Muchos años
después,
un Jueves de
Ceniza,
yo me acordé
de ella.
Me acordé de
lo linda que era
cuando se
reía.
© Raquel Fernández
Sinceramente, este es uno de los mejores poemas que he leído en este maravilloso sitio. Si bien hace no mucho que rondo por estos lares, este texto es magnífico. Me llego completo. Felicitaciones. Un abrazo. Gastón
ResponderEliminarUn poema genial, y siempre a la altura de la gran poeta que sos
ResponderEliminarUn abrazo
La molesta presencia de la muerte en cada muerto que nos la recuerda. La muerte joven, reacia a aceptar nuestros pobres ritos mortuorios. La huida a la indiferencia. La posibilidad de hacerla vivir en el recuerdo, un recuerdo joven de los que quedaron a mitad de3 camino o @llegaron primero" como dice Borges.
ResponderEliminarUn gran poema sobre un tema tsbú:¿cómo encarar la muerte con sinceridad, qué hacer por los muertos?
UN ABRAZO
Isabel Llorca Bosco