Poema de Liliana Díaz Mindurry
A UNA CIERTA HORA
de María Germinova llamada Toyen
Lo indecible,
lo que ella sabe o no sabe o simula no saber, pero el gusto se le guarda en la /lengua y debajo de los dientes,
lo indecible,
eso
lo que a cierta hora habrá de suceder,
lo indecible
eso, por ejemplo, que la nada corregirá muy pronto la forma de las cosas para /que la voz no quede ni en el fondo del sueño,
que no la acariciarán esas manos
.... (y será como si las manos la despedazaran
como si las manos tuvieran mandíbulas garras colmillos púas alfileres puñales)
que las frases se desarmarán goteando sin la menor respuesta,
que los pasillos correrán hacia abajo
como un río en pendiente,
que palidecerán las palabras extenuadas,
que ella misma se volverá muñeca y caminará en la espesura
...que el aire le entrará y saldrá de la boca
...sin el menor ruido
...como esas muñecas que duermen en los estantes
...vacías,
...rotas.
Eso,
que ya no habrá ningún paraíso
que sólo restará beber agua en los intervalos de la televisión.
Ahora
...mira por la ventana, desnuda, con apariencia de estatua,
toma el lomo irregular de las imágenes y las aplasta como a cigarrillos muertos /en tazas de café.
Se lame las heridas.
Sabe o no sabe
que los ladrones de la dicha
están alineados
entre cada relámpago que abre y cierra las puertas del pensamiento,
y desde el bosque de los nombres
se acentúa la confusión.
Hasta hace poco,
hasta hace unas horas,
en esa lastimadura del cuarto,
el deseo
como un pez
nadaba en aguas con agujas,
la mirada enorme
se metía en iglesias, campanarios, vitrales,
se comía a Dios,
lo masticaba,
sangraba ciervos en los límites del bosque,
torcía cosas, las mezclaba, se sacaba y se ponía los ojos, fracturaba la noche, le /hundía las fauces a la locura, llevaba enaguas celestes con puntillas, trituraba /cualquier uña de la eternidad, guardaba en cajones cerrados la desdicha /como si ya no tuviera fundamento,
combatía sobre la hoja de papel muerto
con las palabras enfurecidas como tigres.
El deseo
era un perfume,
una curva del tiempo donde detenerse,
y tomar los minutos
para secarlos en la terraza al sol.
Revolver la tristeza en una palangana y cantar de risa.
(No hay obediencia más puntual que el deseo).
Ningún perro en celo tiene hambre ni frío,
ningún perro en celo sabe de ninguna muerte,
ni de esas disfrazadas con ropa transparente,
ningún perro en celo sabe de ningún dolor.
Lo indecible
lo que a cierta hora habrá de suceder,
y ya ponerse la vejez en el cabello,
las manos
en la sala de torturas,
bañarse con jabón aromático, llenar la cara de pomadas,
preparar la valija despacio con pasos de monja en el sagrario,
ponerse un sombrero con flores y pájaros,
leer el diario,
..............caer.
© Liliana Díaz Mindurry
5 comentarios:
Lily publico en el formato que me deja blogger, aunque hago lo posible de respetar el tuyo. Un abrazo Gus.
Espléndida arquitectura de palabras sin ruido para decir lo indecible. Esas "frases desarmadas, esos pasillos que van hacia abajo,esas palabras que palidecen"no son los unicos hallazgos. La larga y poderosa descripción del "deseo-pez," "los ladrones de la dicha" la desdicha guardada en los cajones"hace que el poema tenga lo deseado y lo que se perderá "a cierta hora". Después de la vejez no habrá paraíoso. Muy bueno, Liliana.
Un abrazo
Isabel Llorca Bosco
Es una caída en paracaídas ...lenta descriptiva...fabulosa
David A. Sorbille dijo...
Estimada Liliana: impresionante poema. Te felicito.
Una caída que los que te leemos disfrutamos, en cada verso. Buenísimo.
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