Prosa de Sonia Quevedo
LA CALLE DIEZ Y NUEVE
Quieta y muda se abrazó la tarde a la gélida ciudad acallando a los sonidos.
Entretanto, la mirada fija y lejana se perdía entre torres rozadas por el viento y la lluvia en un recodo del barrio Santa Fe.
El abrigo de nube carecía de lumbre, de calor de hogar, de sonrisa y ternura y el arco iris, lentamente masticaba al sol viendo pasar las quietas sombras sobre el campo árido esbozando arreboles.
La calle diez y nueve era tan solo un deshabitado bosquejo de huellas repetidas, mientras desde el piso superior, fríos los ojos, traspasaban el cristal de la ventana captando la magnitud del silencio y la imagen de aquel hombre al desplomarse, como otros tantos sin clemencia acuchillado en el zaguán de enfrente.
© Sonia Quevedo
1 comentarios:
Una postal de un paisaje desgarrador.
Excelente tu poema, Sonia.
Aplausos, bises y besos
María Rosa León
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