20/1/12

Poema de Paulina Vinderman



Es una marea baja en plena ciudad
de islas y arrecifes, que arroja latas oxidadas,
melancolía y rancia, plegada, soledad.
Nadie quiere mirar hacia atrás frente a su copa

o su café. Miran un crepúsculo que huele a vida,
a una bandera que hace vacilar al corazón.
¿Qué sabemos de la muerte?

Nada, excepto lo leído: una vela apagada,
una linterna que no funciona más.

Todo lo que quiero es esta página y mi dibujo
de dardos estrechándose, estrechándose,
buscando el reflejo negro en el cristal.

© Paulina Vinderman
Foto: Gustavo Tisocco

10 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Poesía conmovedora, entrañable, con la cadencia de la vida y de la reflexión que surge de una aguda sensibilidad. La admiración de Jorge Ariel Madrazo.

20 de enero de 2012, 11:51  
Anonymous Anónimo ha dicho...

"¿Que sabemos de la muerte? Nada." Ahí empieza, donde no sabemos, no podemos, no alcanzamos. La invención de la lengua y la voz del poema hacen conmovedor al animal humano, el extrañado, el hablante en el desierto. Rubén Vedovaldi

20 de enero de 2012, 12:16  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¡Qué hermosura , Paulina, volver a leerte! Fiel a tu retórica de los deshechos y en un poema grande como pocos. La ciudad en las orillas, los envases vacíos, la gente frente al crepúsculo, sin duda violento, frente a su copa que arde, de espaldas a la muerte. Hay tres luces, una positiva, el incendio crepuscular previo a la total oscuridad, y dos negativas: una vela apagada y una linterna que ya no funciona. Las preguntas metafícas quedan a la espalda, no ayudan a poner en funcionamiento a estos seres que pronto serán como las latas que la marea devuelve. Sólo el yo poético escribe, y estos son dardos como los de los profetas. El cristal es negro, nadie lo ve y él escruta a todos. ¿Son anteojos oscuros?¿Es la página del blog de Gus bajo el vidrio de la pantalla?
A esto me mueve la lectura, Paulina. Me ha gustado mucho.A SOLEDAD PLEGADA es uno de los mayores hallazgos.
Un beso con mi cariño y admiración

20 de enero de 2012, 15:08  
Anonymous isabel llorca bosco ha dicho...

¡Qué hermosura , Paulina, volver a leerte! Fiel a tu retórica de los deshechos y en un poema grande como pocos. La ciudad en las orillas, los envases vacíos, la gente frente al crepúsculo, sin duda violento, frente a su copa que arde, de espaldas a la muerte. Hay tres luces, una positiva, el incendio crepuscular previo a la total oscuridad, y dos negativas: una vela apagada y una linterna que ya no funciona. Las preguntas metafícas quedan a la espalda, no ayudan a poner en funcionamiento a estos seres que pronto serán como las latas que la marea devuelve. Sólo el yo poético escribe, y estos son dardos como los de los profetas. El cristal es negro, nadie lo ve y él escruta a todos. ¿Son anteojos oscuros?¿Es la página del blog de Gus bajo el vidrio de la pantalla?
A esto me mueve la lectura, Paulina. Me ha gustado mucho.A SOLEDAD PLEGADA es uno de los mayores hallazgos.
Un beso con mi cariño y admiración

20 de enero de 2012, 15:10  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Acaso sea el tema, el gran tema de la poesía; qué bueno reencontrarlo en palabras tan íntimas.

Claudio Simiz

20 de enero de 2012, 19:24  
Anonymous Andrea P ha dicho...

me gustó Paulina eso de la muerte, "una linterna que no funciona más" GENIA como siempre
Cariños
Andrea P

23 de enero de 2012, 15:26  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Megusta el poema , la muerte la eterna destructora de la vida la que se lleva lo mejor y solo deja sombras , es una reseña de ella tu poema

maria elena tolosa

25 de enero de 2012, 21:00  
Anonymous Sonia Quevedo ha dicho...

Paulina:
Todo lo sentido en un ocaso, ha salido entre latas y destrozos después de la tormenta que sacude el alma.
Impactante y bello, por demás profundo. Luz y sombra entre los dardos.

Bella fotografía acompaña el poema. Felicitaciones.

26 de enero de 2012, 1:14  
Blogger galáctica ha dicho...

¡Hola Paulina! Este paisaje interno y externo expresado en forma logradísima junto con esa mirada hacia el crepúsculo que sigue siendo un viaje, ese mirar la muerte y contemplarla con humano asombro, de hablar de su misterio, de ver al mismo tiempo las señales del fin en las ciudades, simbolizados en las latas que trae la marea, que ¡también! están dentro de esa copa. Un excelente poema para beberlo de a sorbos y saborearlo en oleada metafísica. Con mucho cariño Irene Marks

28 de enero de 2012, 10:58  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Todos frente a la luz proyectamos un cono de sombra, todos ante la vida estamos tambien proyectando la muerte. Pero...¿quién es capaz de dar vuelta la cara y mirarlas de frente?
La luz, la sombra, la vida, la muerte...lo que queda como residuo.
Conmovedor poema,intenso y de una gran profundidad. Un enorme placer leer a Paulina,sus trabajos siempre me han dejado en estado de temblor.
Gracias por compartirlo!
Hilda Díaz

28 de enero de 2012, 20:09  

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