Poema consigna de Isabel Llorca Bosco

DAR FRUTO

Las celosías de las cestas guardan y desbordan
el verano que se condensa para atenuar el verano,
o el estío en el linde del otoño
mientras se sigue añorando el estío.
Y muy por debajo de la piel se abren preguntas,
por debajo de las olas de aquella temporada:
si en realidad probamos las uvas blancas y también las negras,
la totalidad de los racimos y pámpanos con que los coros de bacantes hacían sus coronas.
Si los mordimos cuando brotaban para nosotros y su fragancia era un frasco abierto.
Si nos atrevimos a clavarle el filo a la sandía y sentir en la boca –más que el gusto–
el corazón de la frescura, después de días insolados de tanta luz.
Los higos que exigían que nos trepáramos a los árboles
para arrancarlos y sentir, fiesta del tacto,
su granulado dulce y rojo.
O tal vez sea un cuadro del museo.
Sube el color al punto más intenso y queda encerrado en su caja de madera lustrada.
Sólo es posible la absorbente pero mesurada contemplación
(esta palabra viene de ”templo”).
O el ritual de una misa donde se hacen las conversiones, uva triturada, mosto, vino,
sangre de Dios después, mientras cantamos:
“Él me ha dicho, Yo soy la vid/ tú sarmiento nomás/ el que se adhiera a mí/ ricos frutos dará,”
Una mesa, a la sombra, como en casa, y esta naturaleza muerta viviendo en mis ojos.
No, no es demasiado tarde para que sus zumos corran por mis venas
y por las de los demás.
© Isabel Llorca Bosco
Pintura: Frans Snyders