Prosa de Jorge Luis Estrella

EL UZBEKO

Una afroamericana que no es viuda por casualidad está mirando, en una Galería de París, un cuadro que es el retrato de un indio siux de mediana edad. Hasta ella llega un joven que hace un mes se enteró de que es uzbeko y le gustó. Están en silencio mirando el cuadro pero, de repente, comienzan a mirarse entre ellos. Lo hacen con tal feroz lujuria que tener sexo allí mismo sería un acto inocente y trivial en comparación. A tal punto se abrazan con la mirada que las autoridades de la Galería les sugieren que vayan a mirarse afuera. En la vereda, ella, con los ojos ardorosamente clavados en él, le cuenta que su marido está muy enfermo y ya debería haber muerto. Él, con los ojos ardorosamente clavados en ella, le cuenta que siempre pensó que era argelino pero ahora sabe que es uzbeko. Un policía se les acerca y les dice que no se pueden estar mirando así en la vía pública. Que, en todo caso, vayan a un lugar donde ese tipo de cosas esté permitido. Ellos se separan sin siquiera dejarse los datos personales que pudieran darles una oportunidad de reencontrarse. La mujer le dice a su marido que ha estado mirándose con un uzbeko que se creía argelino. El hombre pregunta acerca de qué clase de mirada era y ella le cuenta. El esposo imita lo que la mujer le describe y se excita tanto que muere en el acto. El uzbeko ha decidido irse a vivir a Uzbekistán.

© Jorge Luis Estrella