Texto de Patricio Emilio Torne
RACHAS
Esos días donde las cosas, más que nunca, se ven atraídas
por la fuerza de gravedad, y se nos van de las manos, estallan contra la dureza
que les devora las formas. De algún modo, ellas provocan su final. Empieza con
un vaso, le sigue un plato; una taza del juego que te regalaron y vos nunca
usabas; un objeto de cerámica que hasta ese momento no significaba nada. Ni el
clima, ni las estaciones tienen que ver con esto, es como si un maleficio
despierta de repente y todo se desencadena. El tacho de basura espera sus
restos como una fosa común. La lámpara del baño, y a esa, otra de la cocina,
hasta que vos no querés prender ninguna por miedo a quedarte a oscuras para
siempre. Así enero, y esos seres amados que fueron partiendo. Huecos que la
memoria no alcanza a rellenar, Uno sabe que lo de ellos es definitivo, no te
sale pensar qué energía, música, o frecuencia se los lleva, y termina
repitiendo frases hechas. Entonces viene ese dolor mudo y ciego que te queda en
el cuerpo sin permitirte dejarlos descansar en paz. Uno, como puede, se abraza
a ellos e inventa modos de celebrarlos, porque sabe que la tristeza no ha de
servir para nada.
© Patricio Emilio Torne
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