Filosofía
del optimista
El
optimista se sentó a la mesa, miró a su alrededor
y se sirvió
un poco de lo poco que halló. Le dijeron
que había
demasiado nada (en realidad había
pocomucho)
pero él
devoró su ración sin hacer comentarios,
abrió el
periódico, se fumó su café y acabó
de cenar en
paz. Pensó: tengo derecho a comer con
alegría
lo
pocomucho que me gano mientras llega la
abundancia.
Sin embargo
seguían hablando de todo lo que no hay
no hay no
hay no hay. No hay esto ni lo otro.
Pero el
optimista se levantó en silencio
y otra vez
recordó aquellos años en que sólo comió
lágrimas.
No había nadie para decirle no hay sopa
o bistec
o tome un
pedazo de pan duro para el perro de su
hambre,
pero jamás
de sus dientes salieron discursos.
Y ahora
estaba satisfecho de la cena frugal. El
hombre
salió a la
calle y echó a andar mientras silbaba.
Las luces
eléctricas le recordaron el porvenir.
© Fayad Jamís
El mar
Si pudiera
llevarme algún olor, al menos uno
elegiría
este olor a mar que vence cualquier encerramiento
único olor
que también es luz y es sonido
y salpica
inéditas mejillas
Si pudiera
diría, luego de la muerte
si aún
conservo algo parecido a una boca,
si aun
existe una mirada, un eco
una
comunicación, un parpadeo
una
llovizna compartida,
si aún
encuentro a alguien,
una piedra,
un espacio, un rostro
unos ojos,
algo como oídos:
“he
conocido al mar,
parecido a
este abismo,
pero
distinto”.
(Miramar,
febrero de 2019)
© Damián Katz
Fallad Jamís: Imaginar lo mucho, satisface y olvida. Colma la mesa, es saciedad. Ingenio.
ResponderEliminarDamián Katz: Que vuele la imaginación y entregue: olores, formas y colores. Es suyo el mar. ¡Genial!