NADIE CON MI VOZ
A Alejandra Pizarnik
Rezo y suelto la cuerda; que nunca digan que esto pasó.
Que la noche opresora duerma en la garganta.
Que beban de mi boca, que se embriaguen de cansancio; que
nunca digan que esto pasó.
No es más que la sombra desnuda del viento y mil pájaros
crucificados por hilos; cenizal amargo.
Ocúltate del sol; danza la noche; abraza lo oscuro; devora
el último miedo como el ave muerta.
¿Quién no teme al ángel del pasmo, aunque fuere con plumas
deliciosas; aunque fuere blanco recién nacido?
No sé sino del alba que me nombra; de la bruma horrible y de
flores muertas.
Quisiera hablar de la sonrisa. ¡Que alguien me enseñe a ser
feliz!
Que no me derrumbe en la que soy cada hora y cuidado de no
humillarme ante la lluvia.
Nadie aúlle con mi voz y arrastre mis ojos al cenizal.
Ya me alcé mariposa. El pájaro colérico, ya arrastró mi
nombre.
Y lo que muere hoy es más que un desierto de risas.
Y que los pájaros rígidos me asistan.
© María Soledad Gutiérrez Eguía

Muchas gracias Gustavo por tu generosidad de siempre.
ResponderEliminarY que los pájaros rígidos me asistan.
ResponderEliminarExcelente tu desarrollo y el remate Soledad.
¡Gracias!
EliminarMaravilloso!
ResponderEliminarQuién no teme al ángel del pasmo...
Que los pájaros rígidos nos asistan!
Saludo desde Córdoba
Alfredo, gracias por tu apreciación.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarExcelente poema!! Tremendas imágenes muy bien construidas!! una coherencia interna de todo el poema admirable!! Felicitaciones!!
ResponderEliminarTe agradezco el comentario Mariana.
ResponderEliminarExcelente. Pauli
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