marshmallow
otros se deprimen y lloran escupiendo los espejos
o alimentan su veneno sosegadamente
dándole de comer como a un perrito sobre la falda
sus uñas y sus dedos
poniéndole en la boca cada día suyo que aún recuerdan
yo me enojo
soy el que se pone furioso y cree que fuera de nosotros
las cosas no valen
ni esta botella de vodka que está todavía sobre la mesa
hice de mí lo que sabía que era posible
y lo demás me importó siempre tanto
como a cualquiera de la calle
la noción de lo infinito y el sentido del cosmos
cada estúpida palabra en mayúsculas
que el afán de ignorar se lleva tumultuoso a la gran
alcantarilla
ése es el pensamiento de la genuina humanidad:
algo que invocamos para que aparezca nadie diciendo nada
entre esa multitud que trota por la calle desierta
y nadie clamando tener un nombre
pisó jamás sobre la tierra porque nadie hubo jamás
y nadie habrá: ese sentido siempre será algo extranjero
y yo me pongo furioso y escupo sobre el lado bueno de la
vida
porque me parece tan despreciable
como el otro donde pesan tanto las quejas
como el desconsuelo de ver entrar y salir
de cada puerta siempre a los buenos para nada
a los que hay que respetar
porque simplemente han nacido y es bueno -predican ellos
mismos-
ser respetuoso de los muertos y los vivos
cuando en verdad una nube de fuego uno quisiera
que barriera para siempre
a la gente y a todas las buenas y las malas intenciones
o que un enorme cometa al que bauticen marshmallow
(un meteorito caliente de 1 millón de grados
como un gran malvavisco escupido por el espacio exterior)
partiera en gajos esta podrida cosa
que gira azul sobre su órbita
y luego un gran silencio (el que estuvo siempre)
y el vacío donde ahora todos
ocupamos nuestros cuerpos y nuestras horas
se consagraran a olvidarnos como a un minuto de pesadillas
en el eterno sueño de ser sola y entera
nuevamente la materia
© Luis Benítez
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